Por un peso de diferencia Celfin, la corredora de los amigos del Presidente, se quedó con las acciones de la línea aérea, por mandato de uno de sus clientes. Esta es la mañana en que Piñera se deshizo de Lan.
Mirando desde la entrada hacia la enorme pizarra electrónica desplegada como un óvalo sobre la pared, el anuncio con letras verdes casi no se ve. “A las 9:15, en el Salón de Ruedas, Celfin Corredores de Bolsa ofrecerá en remate 11.315.509 acciones de Lan Airlines S.A. en un precio mínimo de 9.099.58 por acción”.
Adentro no hay operadores agolpados frente a los terminales de pantalla plana, gritando órdenes y precios. Al contrario. Parece la foto de un país en cesación de pagos. Pero es sólo imagen, porque hace rato que las transacciones son sin bulla. A distancia.
Por lo mismo, el remate de un pequeño porcentaje de Lan (3,3%) es todo un evento. Teniendo en cuenta sólo la cifra: US$ 193 millones. Una suma importante incluso si se ha perdido toda proporción. “Estuvo bonito. Comparable con el día en que se remató una acción de la Bolsa”, cuenta Ricardo Ruíz, relacionador público de la Bolsa, mezclado entre los reporteros de los diarios, las radios y los camarógrafos, que como pocas veces trabajan con espacio.
En todas salas de prensa saben que la venta en vivo de los negocios del Presidente no es comparable a nada. Es un espectáculo en sí mismo. Aunque gran parte de la acción se desarrolle en un rincón, y sólo entre dos contendores: Larraín Vial y Celfin Capital. Porque si esto fuera la sección de vida social de una revista de couché serían como Mary Rose Mc Gill y Julita Astaburuaga. Las de siempre.
En las dos Piñera llega como a su casa. Celfin la fundó el “huaso” (Jorge) Errázuriz. El Presidente confía lo suficiente en él como para pedirle que cuide más del 99% de sus activos en Axxion, la empresa que acaba de venderle a los Solari, del holding Bethia, cuya inversión más conocida es Falabella. Por otro lado, Larraín Vial es de Leonidas Vial, cuñado de Fernando Barros, el abogado más cercano a Piñera. Barros se encargó de legalizar el traspaso de Axxion a Celfin, que hoy remata el último pedazo de una piedra en el zapato presidencial.
Los otros operadores
Ricardo Encina, encargado de conducir la subasta, sabe que va a salir en los noticieros de la noche. Justo a la hora señalada toma el martillo y al fin tenemos el show que esperábamos. Parte gritando el mínimo. “¡Nueve mil noventa y nueve…..!”
Luis Vargas, el operador de Larraín Vial, hace una seña. “Nueve mil cien Larraín”, dice Encina con micrófono y martillo en mano, y el cuerpo hacia delante como quien aviva una pelea de gallos.
Manuel Ramírez es el operador de Celfin. Responde más a la caricatura de un cliente de El Rápido que a la de un broker pasando una temporada en la Costa Azul. El hombre no se despega del teléfono. Hace rápidamente otro gesto para subir la oferta, sin gritar: “¡Nueve mil ciento diez Celfin!” grita el martillero.
En adelante empiezan las ofertas, pero nada violento. El ritmo es el de un partido de Badmington con raquetas de madera. El martillero es el único que levanta la voz: “Nueve mil doscientos Celfin”, continúa Ricardo Encina.
Los camarógrafos acercan el lente hacia Ramírez el operador que acaba de hacer la oferta. Detrás suyo y a su lado tiene a dos directores de Celfin, Max Vial y José Antonio Labbé. Junto a ellos está Nicolás Noguera, el joven talento al servicio de Piñera como director de Colo-Colo y aquí como gerente de Axxion, la firma que cuando todo esto termine dejará de controlar Lan.
Hay un pequeño silencio, de un segundo o menos. Luis Vargas, de Larraín Vial sube diez pesos más. “¡Nueve mil doscientos diez Larraín!”, dice el martillero, al borde de la euforia como si parte de la plata fuera a su cuenta corriente. Esto no es un remate de autos, joyas o arte. Las cantidades han ido subiendo de cinco a diez pesos. Las monedas chicas vuelven a tener valor, tanto o más que en un carrito de golosinas.
“¡Nueve mil doscientos once Celfin!”, dice el martillero y parece que todo se va a acabar. Pero sigue: “¡Nueve mil doscientos veinte Larraín!”. Ramírez sube el tono de voz y levanta el dedo índice. “¡Nueve mil doscientos veintiuno Celfin!, ¿¡más ofertas!?, ¡no hay más! ¡Nueve mil doscientos veintiuno para la corredora Larraín Vial!” y el martillazo final se amplifica por un segundo en el Salón de Ruedas.
Los operadores se abrazan. “El viernes te voy a hacer parir”, dice riendo Luis Vargas de Larraín Vial, que perdió. Luego saluda a Nicolás Noguera quien comparte sonrisa y palmoteo con Max Vial. La porción de Lan se queda en casa, aunque según dice José Antonio Labbé, director de Celfin, la corredora ha actuado por mandato de sus clientes: un fondo de inversión de Singapur y las AFP.
Muy cerca de ahí, en La Moneda, en silencio, también hay alguien que celebra. La venta acaba de recaudar US$ 196 millones y antes el paquete valía US$ 193. Nada mal. Desde que partió el remate hasta que se concretó la venta sólo han pasado siete minutos.
Fuente: El Mostrador
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